El Aramburazo

 

Por Roberto Baschetti

 

Este 29 de mayo, se cumplen 50 años del secuestro y posterior ejecución de Pedro Eugenio Aramburu general del ejército que estuvo al frente de un gobierno de facto entronizado en el país entre 1955 y 1958. Lo logró luego de una asonada cívico-militar violenta que despojó del poder a otro general, Juan Domingo Perón, elegido por el voto popular en las últimas elecciones presidenciales desarrolladas (1951; para el período 52’-58’) y donde había obtenido nada menos que el 62,49% de los votos, en tanto la oposición no llegaba al 32%.   

Este escrito, que pongo a consideración de los lectores, lo voy a confeccionar en base a dos libros de mi autoría. 

La violencia oligárquica antiperonista entre 1951 y 1954. Su consecuencia directa (2013. Corregidor) y Quemá esas cartas, rompé esas fotos. Montoneros. 1970-2020 de inminente aparición por la editorial jironesdemivida. 

Centraré mi análisis en dos puntos concretos que hacen a la cuestión. El primero relacionado con lo sucedido en nuestra patria entre 1955 y 1970 donde el peronismo fue proscripto y perseguido. A la luz de lo que narro, se evidencia que, la aparición de Montoneros no resulta atemporal.  

En las “consideraciones finales” del primer libro citado, párrafos más arriba, el de la violencia oligárquica, afirmo que:

“La tesis que subyace a la largo del presente libro está en condiciones de evidenciarse ya. Pasamos revista al levantamiento militar de 1951, a los artefactos explosivos activados en Plaza de Mayo en 1953 (contra el pueblo peronista), a los atentados y planes de sabotaje de los comandos civiles (1955) y al bombardeo a la misma plaza por aviones de guerra en junio de ese mismo año. Así mismo al golpe cívico-militar producido tres meses más tarde y que derroca al gobierno constitucional de Juan D. Perón. 

 

Bombardeo a Plaza de Mayo. 16-6-55

 

Los que irrumpen a sangre y fuego para apoderarse del Estado –sectores oligarcas y elitistas- adhieren a los planes del Fondo Monetario Internacional y como consecuencia lógica comienza una supresión gradual de la inmensa mayoría de las conquistas sociales otorgadas por el peronismo al pueblo argentino; intervienen militarmente a la Confederación General del Trabajo que tenía por entonces más de 5 millones de trabajadores afiliados y organizados, del mismo modo a punta de pistola ocupan los sindicatos. 

 

Comandos civiles antiperonistas

 

Siempre en su vorágine clasista y revanchista a la vez, a través del decreto-ley 4.161 se prohíbe al grueso de la población ser peronista y dicha fe partidaria se paga con persecución, inhabilitación pública y cárcel. No contentos con todas estas tropelías, el gobierno de Aramburu y Rojas sustrae el cadáver de Eva Perón y con nombre falso lo entierra en Italia. 

Deciden también escarmentar “al vulgo”, a “los peronachos” y fusilan en condiciones anómalas e irregulares –como vimos- a obreros y militares peronistas que solamente aspiran en caso de triunfar volver al sistema democrático de elecciones. 

 

El pueblo recuerda a sus mártires

 

Precisamente, si de elecciones se trata, las constituyentes de 1957, vimos, demuestran que ese pueblo con su voto en blanco reafirma que no cambia de idea y sigue la banderas de Evita y Perón. 

Mención especial para la traición de Arturo Frondizi al pacto que el mismo firmó y a quien el “establishment” (hasta el día de hoy) insiste en presentar como arquetipo del estadista político moderno que incomprendido por las pasiones políticas del momento fue derrocado por los militares. 

Por ejemplo, doy un caso concreto. Se habla de su “visión” para traer al país a las grandes fábricas norteamericanas de automotores y paralelamente a construir o mejorar las carreteras y rutas de nuestro país. Lo que se olvidan de decir es el compromiso que él asume con estos monopolios internacionales de hacer el trabajo sucio y sacar del medio a la competencia que naturalmente tenían y que eran los ferrocarriles, un medio más seguro y barato para transportar mercaderías. Por ello Frondizi cumple a pie juntillas el importado “Plan Larkin” para cerrar ramales ferroviarios como el Ferrocarril de la Provincia de Buenos Aires y el Ferrocarril Patagónico y algunos del Roca, perseguir a sus sindicalistas y dejar sin trabajo a los obreros del riel, quienes protagonizan un heroica huelga que dura 42 días en 1961. (Hubo otras anteriores).

 

 

Thomas Larkin era un general norteamericano especializado desde la Casa Blanca y el Pentágono (Washington) en consonancia con el Banco Mundial, en colocar empresas y negocios yanquis en los países periféricos que controlaban. 

Siempre refiriéndonos a Frondizi, en páginas anteriores vimos su “agachadas” y “vivezas” efectuadas en beneficio propio. De su autoría –repasamos- fue la puesta en práctica del famoso y represivo Plan CONINTES que llena las cárceles y prisiones del país de militantes peronistas que resisten los planes recesivos y entreguistas de turno. Y para culminar sus desaciertos, el “demócrata” don Arturo, permite elecciones en provincia de Buenos Aires el 18 de marzo de 1962 y como triunfa el peronismo a través de su candidato Andrés Framini, directamente las anula de un plumazo (o sablazo, creo que es un término más apropiado) lo que no evita que los militares, verdadero poder detrás del trono, se cansen de sus idas y vueltas, lo destituyan y depositen su escuálida figura en la isla de Martín García hasta nuevo aviso. 

 

 

Consumada esta maniobra, se instala en el poder un gobierno de transición monitoreado por los tres comandantes en jefes de las fuerzas armadas que pone al frente de la cosa pública a un títere, un funcionario de carrera, como el escribano José María Guido, en tanto ellos arreglan sus diferencias, (“Azules” vs. “Colorados”), con asonadas militares, tiroteos y escaramuzas, avances y retrocesos de tanques o aviones, que lamentablemente, quitan más de una vida a pibes de 20 años que están cumpliendo con el servicio militar obligatorio y que los mandos militares usan para dirimir sus diferencias. 

Recuerdo que en aquella época –principios de los ’60- los medios presentaban a los “Colorados” como refractarios al Peronismo y en tal sentido, como continuadores naturales de la “Revolución Libertadora” en tanto los “Azules” a través de su publicitado “Comunicado 150” (El doctor en leyes Mariano Grondona, fue su mentor y está todo dicho) eran aquellos que querían volver a la “legalidad” y al juego democrático. En rigor a la verdad estos últimos, apuntaban a hacer alianzas con los burócratas sindicales y consolidar un peronismo sin Perón. 

Quien en aquel momento puso una vez más las cosas en su lugar fue John William Cooke, citado varias veces a lo largo de este trabajo. En un mensaje a los “bobalicones” (así los denominaba) que estaban esperanzados con una pata militar en el peronismo –para reeditar lo sucedido en 1945-  les dijo claramente que no se hicieran ilusiones: los “Colorados” eran gorilas las 24 horas; los “Azules” solamente cuando hiciera falta. El líder de los “Azules”, Juan Carlos Onganía fue luego presidente de facto y persiguió al peronismo honesto, leal y combativo con todas sus fuerzas. 

También vimos que bajo el gobierno de Guido sucede el primer caso de un secuestrado-desaparecido de origen peronista, el delegado gremial y dirigente de J.P. compañero Felipe Vallese. Como repasamos con anterioridad, eso ocurrió el 23 de agosto de 1962. 

Un año más tarde, en el mes de julio, también comprobamos que el Peronismo sigue proscripto y asume la presidencia con solamente el 25% de los votos emitidos el Dr. Illia quien debilitado desde su inicio, hará un gobierno que terminará con un sesgo antiperonista muy fuerte que se traduce en actitudes tales como no permitir el regreso de Perón desde su exilio el 2 de diciembre de 1964, ni dejar festejar en plaza pública a sus partidarios un nuevo aniversario del 17 de Octubre –en 1965- que termina en una batalla campal en Parque de los Patricios, entre manifestantes y fuerzas policiales pertrechadas como para ir a la guerra. 

Y por último una vez más, las FF.AA destituyen a un presidente de su cargo y se instalan en el poder en junio de 1966 con el general Onganía al frente, enarbolando la Doctrina de la Seguridad Nacional impuesta por el Amo del Norte. 

A Illia lo acusan de ineficiente, pero sabemos, que la causa de ese atropello está dada por la posibilidad muy cierta de que el Peronismo gane las elecciones previstas para 1967. Pensarán los entorchados: “mejor prevenir que curar” como dice aquel añejo refrán  y evitar así quedar nuevamente descolocados por la realidad político-social argentina.

 

El único camino para aquella coyuntura político-social.

 

El listado de todos estos hechos de represión sistemática, planificada y en aumento contra el pueblo, obligan a éste a una salida que no quiere y abomina porque la ha sufrido en carne propia, pero que es la única que le dejan abierta: el ejercicio de la violencia contra el sistema de opresión y sus representantes directos. A la misma conclusión llega Perón cuando desde Puerta de Hierro, Madrid, España, deja grabada para siempre su voz y su imagen en un documental de Fernando Solanas y Octavio Getino, para afirmar mirando fijo a la cámara, que “La violencia en manos del pueblo no es violencia, es justicia”.  

Y en esta realidad, irrefutable a la luz de la cronología histórica aquí presentada, hacen su aparición los Montoneros. Y se “cargan” al peso pesado de la “Revolución Fusiladora”, aquella que reprimió, persiguió, torturó, encarceló, apaleó, exilió, gaseó, bombardeó, picaneó, proscribió, empobreció, fusiló, cañoneó, y como si todo esto fuera poco, se robó el cadáver embalsamado de aquella mujer que sabían era su enemiga por antonomasia, desde el mismo momento que dijo públicamente a sus “descamisados”, a sus queridos “cabecitas negras”: “con sangre o sin sangre la raza de los oligarcas explotadores acabará en éste siglo”. 

 

Pintada durante la toma de La Calera. Córdoba. 1-7-70.

 

Montoneros no fue el que originó la violencia en la Argentina contemporánea, en todo caso, asumió su compromiso de luchar hasta la muerte para cambiar un sistema injusto y explotador para el conjunto de nuestra sociedad. Sin esa lucha desigual y asimétrica con las fuerzas represivas, que Montoneros llevó con éxito adelante, poniéndose al frente del “Luche y Vuelve” y organizando a la Juventud Peronista, Perón con seguridad hubiera fallecido en su exilio y no hubiera vuelto a la Argentina un 17 de noviembre de 1972, haciendo realidad el sueño de millones de argentinos que siempre estuvieron dispuesto a “dar la vida por Perón”. 

Y la historia contemporánea de nuestro pueblo, demuestra fehacientemente y en los hechos acaecidos; que ese dicho popular, esa expresión de deseos, ese compromiso solemne, no quedó en retórica solamente”. Hasta aquí el entrecomillado del libro.                              

El segundo punto al que quiero hacer referencia es a la figura de Aramburu; endiosado por los grupos concentrados de poder y odiado con justa razón por el pueblo en función de su labor represiva –antes señalada- al frente del Poder Ejecutivo.  

Los primeros lo quieren hacer ver como un adalid de la república que se levantó en armas contra un tirano.  

Sin embargo Aramburu estuvo siempre en el oficialismo del gobierno peronista –dentro de la jerarquía militar- hasta último momento, como consta en mi archivo. Veamos:

Con fecha 24 de mayo de 1955, muy pocos días antes de la sublevación aeronaval del 16 de junio y a menos de cuatro meses de la caída definitiva del gobierno justicialista en septiembre del mismo año, el entonces Director General de Sanidad del Ejército, General de Brigada Pedro Eugenio Aramburu, ordenaba a todas las dependencias a él subordinadas que: 

“Cuando se eleven propuestas de nombramiento, ascensos, pases de carrera o mejoras para el personal civil, se consigne la posición que observan él o los causantes ante la doctrina nacional y su identificación con la misma, acompañándose copia fotográfica o certificación debidamente autenticada, por autoridades que corroboren dicha identificación”.  

Se sobrentiende –y sino le explico ahora- que la documentación exigida era el certificado o constancia de afiliación al Partido Peronista.

Aramburu, oportuno, se pasó para el otro bando. Y su traición se pagó con creces. Primero con el gobierno que lo sucedió, el de Frondizi (1958-1962), ya que este elevó los pliegos para su ascenso militar como si nada hubiese pasado. 

7 de diciembre de 1960. Frondizi asciende a Rojas y Aramburu

 

Y el imperialismo del Tío Sam, también lo galardonó como solo sabe hacerlo con sus serviles. Primero cuando Aramburu recibió el Premio de las Américas, correspondiente al año 1958, otorgado por la Fundación de las Américas con sede en New York, y segundo, un año más tarde, cuando la universidad de Nashville (Tennessee. USA) le otorgó mención honorífica “por su contribución a la causa de la libertad”. Huelgan las palabras.    

Ese reacomodamiento con el “establishment” seguramente le hizo olvidar su relación de camaradería con el general Juan José Valle y la amistad con su familia.   

En un reportaje que le hace Diana Piazzolla  –hija de Astor-  a Susanita Valle en 1986, esta afirma: “Cuando mi padre integra la junta de calificaciones del Ejército nombrado por Perón por su alto puntaje y porque era el primero de su camada; le pide al presidente tres días más, para darle a Aramburu, que era el último y el de más bajo puntaje, la posibilidad de ascender. Perón firma el ‘cúmplase’ pero le dice: Mire Valle, este hombre le va a pagar muy mal. Estos favores siempre se pagan caros…”. Y así fue nomás. Aramburu le pagó el favor con un tiro.

Valle antes de ser fusilado le envía una carta a Aramburu que comienza diciendo “Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado”. Para luego predecirle: “Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo, las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier lugar del mundo donde pretendan esconderse”. Catorce años más tarde, el 29 de mayo de 1970, Montoneros hizo efectiva aquella amarga, lamentable y dolorosa premonición.   

 

Pintada en el conurbano bonaerense. El pueblo se expresa y no olvida.

 

Me resta para concluir estas líneas centrarme en un punto que me parece importante dilucidar. Y que trato en el libro de próxima aparición, como dije, con la editorial jironesdemivida. 

Siempre se ha afirmado desde el círculo rojo, presentémosle así, ya que está tan de moda, que Montoneros fue una especie de élite guerrillera, mezcla de “cristinauchis”, mezcla de “zurdos”, que no tenía inserción en nuestro pueblo y que ese mismo pueblo se mantenía ajeno a sus acciones. 

En Quemá esas cartas, rompé esas fotos. Montoneros. 1970-2020 me preocupo por refutar esa tesis en todas sus variantes. Y la ejecución de Aramburu por Montoneros va en tal sentido. Se la presenta como una acción que bien puede encuadrarse dentro de la teoría de los dos demonios: un secuestro que se produce ante un pueblo absorto, que no sabe que sucede. 

 

 

Por el mismo camino va una nota de Infobae de la primera quincena de mayo de este año, bajo el título de “Paso a paso, la historia de cómo y cuándo los Montoneros decidieron matar a Aramburu”. 

En parte del artículo y en relación a un testimonio logrado por la periodista María O’Donnell para su libro “Aramburu. El crimen político que dividió al país”, de reciente aparición, y en el cual logra entrevistar a Firmenich, el medio Infobae, refiriéndose al jefe guerrillero, (cito tal cual), expresa “Es más, en una mirada algo mesiánica, asegura que la agrupación respondía a la voluntad del pueblo”.  

Digo yo, que sí. Que Firmenich está en lo cierto. 

Basta recordar lo sucedido, parafraseando, trayendo a colación, parte de la letra de “Memoria de los Basurales (el Aramburazo)” cantada por el conjunto folclórico Huerque Mapu:

 

“Lo llevan prisionero por la tarde del pueblo. / Fusil, tacuara y cielo es tiempo despertando. / Puede que le pregunten la historia de los muertos / allá en José León Suárez, allá lo van juzgando. 

Dónde está el fusilador / el de la Libertadora / Mayo 1970. / No saben dónde está ahora. 

Quién se llevó al asesino, / al asesino de Valle. /Quien se pregunta la gente / en sus casas y en sus calles. 

Quién se robó al general, / general del extranjero. / Dicen fueron peronistas y se llaman Montoneros”.

 

Y ese pueblo festejó lo sucedido. Van aquí varios ejemplos en testimonios que recuperé para mi nuevo libro:

 

ARAMBURAZO I

“Dos de junio de 1970. Al mediodía empieza Radio Colonia primero y luego otras a confirmar el ‘Aramburazo’. Yo con 16 años trabajaba en el correo de Villa del Parque. Y veía que los veteranos, hablando de costado y al oído del otro, tapándose la boca, empiezan a pasarse la noticia. Como en el lugar también había algunos radicales y/o gorilas, había que cuidarse. Hasta que los ‘pendejos’ nos avivamos que era esa ‘noticia’ y en el baño de personal todos nos abrazábamos. Al volver a casa esa noche del trabajo, mi Viejo no paraba de hablar sobre eso en voz un poco alta y mi mamá le decía que hablara más bajito; que podían escucharlos. Mi Viejo Salomón, el mismo que se había lavado las patas en la fuente el 17 de octubre de 1945, era el mismo hombre al que el 16 de junio de 1955 le dio un infarto saltando cadáveres en el medio de una lluvia de balas. Zafó porque lo internaron en un sanatorio, el de Lavalle y Rodríguez Peña, pero quedó mal para el resto de su vida. 

Al día siguiente -3 de junio- empiezan a conocerse de a poco, las actitudes espontáneas que la noticia crea. Los compañeros que vivían en el conurbano, la inmensa mayoría en calles de tierra, organizan asados entre vecinos con continuos brindis sin decir el motivo ni levantar la perdiz. 

(…) 

Algo que me quedó en la memoria para siempre, fue cuando la María rodeada de sus nietos, sale hasta el medio de la calle de tierra con una cacerola y el cucharón para golpearla, y gritando y riendo, y con sus nietos alegres saltando alrededor de ella, imitándola, pero lógicamente sin tener idea de lo que pasaba. Jamás habían visto reacción siquiera parecida en su abuela… La Susana de la vereda de enfrente, la escucha, se fija y ve que su vecina, prontamente se mete de nuevo en la casa… Pero la Susana intuye algo. La María es una mujer abnegada, tranquila y seria que vive para su familia; por lo que esa reacción en ella no es normal y piensa: ‘Acá pasó algo’. Busca noticias en la radio y ahí la escucha y de inmediato sale ella también hasta la puerta a gritar y a reírse mirando el cielo, como buscando a Evita…”

Relatos anónimos.  

 

ARAMBURAZO II

“Era el año 1970. Una noche, cuando ‘El Yeti’ acababa de desfondarse en una silla, asegurando que venía desde el mismísimo Arizaro, la radio cortó la transmisión y empezó a emitir un comunicado oficial de la dictadura militar que gobernaba entonces en Buenos Aires. La voz marcial aseguraba que habían secuestrado al general Aramburu. Fermín, como arrebatado por un volcán interior que empezaba a erupcionar, empezó a gritar ‘Viva Perón’ y sacando dos pepitas de oro de una de sus alforjas, le gritó a Manuel, el cantinero: ‘A partir de ahora y hasta que amanezca, chupan todos a mi cuenta y a nombre de esos montoneros que están haciendo justicia’. Prosiguió  el consabido ‘Viva Perón, carajo’, agregándole un inevitable ‘Montoneros, carajo’. 

Los concurrentes, ferroviarios de cepa, hombres de hierro y hombres del riel, primero lo aplaudieron –seguro por el convite y su generosidad- y luego, como si la luz divina los inspirara a todos, se pusieron de pie y empezaron a entonar a voz en cuello la Marcha de los  Muchachos Peronistas. Dicen los que lo vieron que Fermín –que era duro, extra duro, como el quebracho que aguanta a los trenes-, esa noche no pudo evitarse una lágrima de emoción rebelde “.

Fermín Ferrer, el “Yeti” de la Puna. Tomado de “Historias de Resistencia” de Pablo Cingolani.

 

Rojas y Aramburu. Un abrazo con manos manchadas de sangre

 

ARAMBURAZO III

“El 29 de mayo de 1970 yo tenía 17 años. A 160 años de la creación del Ejército Nacional, un año después del Cordobazo, ocurrió un hecho que dio a todo peronista la sensación más grande y profunda de reivindicación histórica.

Llegué a la casa de mis abuelos  maternos. Mi abuelo –Janna (Juan en libanés) Juara de apellido- estaba contento como perro con dos colas.  Mi abuela y mi tía también contentas. Raro, ya que mis abuelos vivían peleándose por boludeces aunque se quería mucho.

 Antes de preguntar qué pasaba me dijo: ‘Quedáte a comer que hay keppi’. Más raro todavía. El keppi era solo cada tres domingos y siempre al mediodía; era una comida árabe a base de carne que se realizaba a mano, con mortero, muy trabajoso. Y no era domingo ni mediodía. 

Pero también sin darme tiempo a repreguntar algo, me dice: ‘Secuestramos al hijo de puta de Aramburu’ (Como si él fuese Abal Medina y mi abuela la Gaby Arrostito). ¿Quiénes? Pregunté. ‘Unos peronistas’ fue la respuesta. 

A la hora ya estaban en su casa dos viejos del barrio, que como ellos fueron trabajadores de los frigoríficos de Berisso y partícipes del 17 de octubre. Estaban contentos. Uno era el tano de la esquina que entró gritando ‘¡Viva Perón, caraco!; el otro era el gallego de al lado, que se preguntaba en voz alta: ‘¡Faltó Rojas! ¿Por qué no agarramos a los dos? Ese era el peor’.  El resto lo puteó con la mirada y el tano le dijo: ‘Pero vos sos la Gata Flora…’.

Lo que pasó después fue impresionante: hubo muchas fogatas como en San Pedro y San Pablo. Realmente se revolucionó la ciudad. Las hordas del ‘Aluvión Zoológico’ festejaban”. 

Carlos Fuentes. “Cacho de Berisso” en la militancia. Cuadro de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en los ’70 por la zona de La Plata, Berisso y Ensenada.

 

Y hablando de fogatas y rituales, puedo afirmar que la bronca y el resentimiento hacia el “fusilador”, ya venían de mucho antes. Otro texto que he exhumado del olvido es el siguiente:       

 El Mendaz es un hombre que gusta hablar al “vesre” y siempre en clave de arrabal. Aquí recuerda su infancia de barrio y lo que pasó cierta noche: 

“Hoy es San Pedro y San Pablo, fecha gloriosa en los ‘riobas’ de un antaño no muy lejano. Las fogaratas, que después creciendo, uno supo que eran hogueras, se levantaban en noches como la que llegará hoy, por encima de las balustradas de las azoteas. Se velaban las llamas altas con una fijeza atávica en los ojos; se quemaban los viejos roperos y los malos presentimientos. Y después de la medianoche se esperaba el rescoldo para esconder allí las papas y las batatas que sacábamos para manducarlas, mientras los jovatos contaban historias ‘rantes’ de lobizones y mujeres sin cabeza o formidables y berretas anécdotas personales del infaltable Gardel del lugar.

En la ‘fogarata’ de Venezuela y Rioja del año 1956, la ‘runfla patibularia’ de Balvanera Sur puso en la cúspide de la falla, un ‘jonca’ (sarcófago) municipal birlado en el Ramos Mejía. Adentro, un gorila de trapo con un cartel al cuello que decía ‘Aramburu’, y que ardió entre chispas y los aplausos de la ‘atorrantada’. Nadie pensó en una sentencia ni siquiera simbólica, pero los misterios de la historia que pone hechos frente a hechos sin la voluntad de los ‘serúmanos’, dió a aquel rito ‘rante’ de la calle un ulterior estigma de muerte. La luna miraba, sabiendo el futuro”.  

Nuevo Sur. 29 de junio de 1989. Página 9.      

 

Concluyo con la palabra de otro montonero, Rodolfo Jorge Walsh, cuando dio a conocer este prólogo para una nueva edición de su obra cumbre: “Operación Masacre”. 

“Escribí este libro para que actuara; en este momento no reconozco ni acepto jerarquía más alta que la del coraje civil. No puedo, ni quiero, ni debo, renunciar a un sentimiento básico, la indignación ante el atropello, la cobardía, el asesinato. Este caso está de pie resuelto a impedir para siempre que un militarote prepotente juegue con la vida de la gente mansa. Sólo un débil mental puede no desear la paz. Pero la paz no es aceptable a cualquier precio”. 

Releyendo su escrito uno puede entender porque tantos dieron su vida por un proyecto de liberación nacional y social para nuestra Patria.    

                             

Rodolfo Walsh en Cuba.

 

 

 

 

 

 

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